TWO CANDLES

 

la triste historia de un velador

 

Olmos, Ripollés y Agut

 

A nuestro amigo Ricardo, que nos fue de gran inspiración. 

 

 

 

E

sta es la historia de un hombre, o algo parecido, y un  triste destino, desgraciadamente, imposible de evitar.

 

En un pueblecito valenciano, de cuyo nombre no se acuerda ni Dios, nació hace unos lustros un personaje extraño y pesado, muy pesado. Tan pesado era que en el parto el doctor utilizó una grúa para sacarlo. Su infancia la pasó en una iglesia, concretamente en la Catedral de San Ricardo el Soltero, fachada de Alberto Churriguera. Allí se fue familiarizando con el asunto de las velas, ayudado por el padre Bartolomé de Las Casas, quien lo llevó de viaje a las Indias, donde el joven mataba a sustos a los pobres indígenas, por su horroroso rostro, ya que se podía decir que era un cardo. Al volver de allí pasaron por Italia, por orden de don Bartolomé que aseguraba que así se ahorrarían camino. En territorio italiano se encontraron con el famoso pintor valenciano José de Ribera, que estaba allí pintando y tomó al chiquillo como inspiración para alguno de los cuadros que más tarde le proporcionaron fama, como El Patizambo o La mujer barbuda.

 

Al llegar de nuevo a la Catedral, nuestro amigo ya hablaba por los codos, o por las velas, que ya le crecían, puesto que había aprendido del que sería su programa favorito hasta el mismo día de su muerte, Los teletubbies. La pesadez de este personaje provocó la ira de los frailes de la orden de el Soltero, ya que aburría a todo el mundo, incluso al pobre jorobado que tocaba las campanas, el cual superaba en belleza a nuestro protagonista. Por todo esto, el padre Bartolomé lo envió, por fortuna para los frailes y por desgracia para nosotros, a Castellón del Gremio, por los pecados de los habitantes de dicha ciudad. Este lugar recibía dicho nombre por un famoso gremio de cazadores que existía. Por la tozudez y pesadez del extraño personaje se le admitió en el gremio como velador profesional, por su condición de estar a dos velas. Recibió el título honorífico de Perro de Caza, más que nada para dejar tranquilos  a los restantes cazadores del gremio. Durante su periodo como Perro de Caza intentó abandonar su condición de velador  acercándose a varias presas, sin tener gran fortuna.

 

Pero un día, se decidió a atacar a una presa en serio. En mal día pensó aquello, ya que a dicha presa ya le había echado el ojo el Master del Gremio. Viéndose en cierta duda dicha presa, se celebró una batalla campal entre el Master y el susodicho Perro. La guerra duró largo tiempo y fue muy dura, cargada de violentas escenas con sangre, dolor, gritos, ladridos por parte del Perro,... Finalmente la lucha se decidió con la temida prueba de “Los diez minutos”, que consistía en mantener atenta a la presa durante los diez minutos. La batalla terminó al quedar en evidencia el velador, ya que la presa se hartó a los pocos segundos. Al ganar el Master, nuestro amigo quedó vencido y humillado por todos y, tal fue el daño psicológico que sufrió, que se cagó encima, en el pañal, puesto que por aquel entonces ya usaba Dodotis. Famosa fue la escena de esta derrota, siendo retratada por Francisco de Goya en su cuadro La giñada del velador en la batalla del 2 de mayo.

Tras dicha derrota, el payasito sentía un gran rencor hacia el Master, al que no le dirigió la palabra durante un largo periodo de tiempo, por suerte para el Master. Posteriormente se creó un Gremio Exterior , donde el joven velador jamás entró, siendo excluido de todas las actividades cazadoras. Siguió cazando por su cuenta, pero no obtuvo grandes resultados, consiguiendo acercarse sólo a presas con relleno o a vendedoras de insecticida, por lo que se jubiló con tan sólo 17 años.

 

Los últimos años de su vida los pasó en la iglesia de El Cristo de la Candela, donde se dedicó a su verdadera vocación: las velas. El trabajo de velador le ocupaba mucho de su tiempo y le mantenía distraído, aunque algunas veces, al faltarle dinero, cortaba el suministro de electricidad del pueblo para que los habitantes necesitasen su ayuda para iluminarse con velas, aunque hay que recalcar que esto sólo ocurría en momentos en los que nuestro amigo se encontraba bajo los efectos de la enfermedad psicológica que padecía.

 

Sólo el Señor sabe por qué, un día ocurrió algo que el mundo difícilmente podrá olvidar, debido a lo afortunado del asunto. Durante el velatorio de un entierro, en el que el velador estaba trabajando, sucedió un aparatoso y desgraciado accidente. A nuestro velador favorito se le atragantaron unas velas con unas galletas, queriendo imitar a Bush, con tan mala fortuna que pereció en ese mismo instante. Ese día el mundo perdió a uno de sus pesos pesados, y nunca mejor dicho.

   

 

El día de su entierro mucha gente se acercó al Cristo de la Candela para darle un último adiós al candelero y, más que nada, para asegurarse de que estaba muerto. Debido a las pocas amistades con las que contaba, en la ceremonia sólo accedieron a colaborar el cura, pagado por el Estado, y un cantante, que decía haber recibido un favor de nuestro amigo, no sabemos de que tipo, que resultó ser un poco del otro barrio. Nos interpretó una canción compuesta expresamente para la ocasión: Candle in the wind. Terminada la ceremonia, los asistentes se dirigieron al Anselmo, local de moda en aquellos momentos, para celebrar la pérdida. Mientras, en el cementerio del Cristo de la Candela, los buitres carroñeros devoraban el desfigurado cuerpo del velador, siendo esta escena inspiración para el cuadro de Chuny Tintoretto, El hurto de un Cuerpo. Sus restos, que no fueron muchos, fueron encerrados en su armario (del que realmente nunca salió) con llave y esta llave se lanzó al mar. En su tumba, un epitafio resaltaba con letras de color rosa fosforito, su color preferido: << Tú no eres nada, que yo al menos soy algo >>, frase made in el candelero que pasará a la historia como una gran gilipollez.

 

 

3                                                                            

L. B. A.
"il cavalieri di Roma"
 

 

 

 

 


E  P  Í  L  O  G  O

Después de morir, el candelero, como no, bajó a los Infiernos, donde ni el mismísimo Demonio pudo aguantar su pesadez. Por ello, fue enviado a los Cielos, lo que hizo que a los pocos días Jesucristo volviera a crucificarse para no sufrir el martirio de tener al lado a dicho personaje. Finalmente volvió de nuevo a la Tierra, ya que hizo proposiciones bastante indecentes al Señor. Ahora vaga sin rumbo apareciéndose por las iglesias como El Fantasma de las Velas (The Phantom of the Candles), concretamente, el 2 de febrero, día de la Candelaria.

 

                                                                                            (c.q.d.)

 

  Ayudas al lector

 

Estar a dos velas: condición del animal cuando no se come un rosco.

 

Gremio de Cazadores: asociación de cazadores de féminas.

 

Master del Gremio: dícese del que manda, del jefe del Gremio.

 

Velador o candelero: protagonista de la historia, por su condición de estar a dos velas.