Historia de España


El alzamiento militar que daría paso a casi tres sangrientos años de guerra civil se inició de improviso en Melilla el 17 de julio de 1936 pero para que éste se produjera hizo falta la connivencia de grupos de presión político-económicos y la ayuda del ejército. En esta sección describiremos los pasos previos del alzamiento y como éste se convirtió, tras su fracaso, en un conflicto bélico de amplias proporciones.

A finales de junio lo único que faltaba para fijar la fecha del alzamiento era el acuerdo con los carlistas. El 29 de junio, José Antonio envió ordenes a los jefes locales de Falange sobre cómo actuar. Sin embargo, el 1 de julio, Mola tuvo que enviar un documento a sus compañeros de conspiración recomendándoles paciencia. Los carlistas y los falangistas albergaban muchas exigencias, los primeros estaban obsesionados por los colores de la bandera sobre la cual marcharían y los segundos por problemas de autoridad. Mientras tanto, los socialistas seguían divididos, como siempre, sobre todo a propósito de las nuevas elecciones para la presidencia del partido que habían sido forzadas por los caballeristas. González Peña, el dirigente de los mineros asturianos y amigo de Prieto resultó elegido por 10.993 votos contra 2.876 lo que pareció indicar que los prietistas habían falseado los resultados. A finales de junio llegó la tan esperada fusión entre los movimientos juveniles socialista y comunista que dio lugar a la JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) formada en su mayoría por dirigentes socialistas (como Santiago Carrillo) pero cuya línea política era comunista.
El 7 de julio, Mola escribió a Fal Conde, dirigente carlista, prometiéndole resolver la cuestión de la bandera después del alzamiento y asegurándole que no tenía relaciones con ningún partido político. Otro dirigente carlista, Lamaimé de Clairac, el inveterado enemigo de la política agraria de la República, pidió que no hubiese colaboración con Mola si éste no prometía la restauración de la monarquía. Mola, fuera de sí, rehusó estas condiciones. El 9 de julio el general Sanjurjo escribió desde Lisboa una carta conciliadora en la que sugería que los carlistas enarbolaran la bandera monárquica aun cuando Mola usara la republicana. Esto no solucionó nada pero fue más o menos por entonces cuando Franco, en Tenerife, decidió sumarse a la rebelión recibiendo el mando de las tropas de Marruecos.

En Londres, Luís Bolín, corresponsal en aquella ciudad del diario monárquico ABC, había alquilado un "Dragon Rapide" para trasladar a Franco desde Canarias hasta Marruecos, donde el plan preveía que asumiría el mando del ejército de Africa. El 12 de julio, parecía que Mola y los carlistas todavía no se habían puesto de acuerdo. Pero el primero consiguió sus fines por el entusiasmo por la lucha manifestado por la juventud carlista en Navarra y por la actuación del Conde de Rodezno, quién sugirió a Mola que tratase directamente con él que con Fal Conde en todo lo relativo a la organización carlista de Navarra. El mismo día, el Dragon Rapide llegó a Lisboa donde Luís Bolín conferenció con Sanjurjo quien le aseguró que Franco era el hombre para hacer triunfar el alzamiento.

Al mismo tiempo en Madrid se estaban produciendo graves incidentes por parte de los dos bandos en los que empezaba a dividirse la sociedad española y que culminarían con la guerra civil. Aquella noche a las nueve, el teniente José Castillo, de la guardia de asalto, salía de su casa para empezar su servicio. En abril de este mismo año había ostentado el mando que reprimió una violenta movilización monárquica. Después Castillo había colaborado en la instrucción de milicias socialistas. La Falange había señalado a Castillo como futura víctima de su venganza y aquel 12 de julio fue muerto a tiros por cuatro hombres armados de revólveres que escaparon rápidamente por las calles llenas de gente. Los camaradas del teniente muerto criticaron duramente al gobierno que había permitido que ocurriera aquello y pidieron medidas contra la Falange aunque realmente y según diversos historiadores, los autores del crimen habían sido miembros de la Asociación de Estudiantes Tradicionalistas. Entre los camaradas que pedían medidas estaba un capitán de la guardia civil, Fernando Condés, que había sido íntimo amigo de Castillo. Salió en un coche oficial sin una idea clara de a donde dirigirse, acompañado de varios guardias de asalto. Alguien sugirió que fueran a casa del diputado monárquico José Calvo Sotelo. Hacia las tres de la mañana del lunes 13 de julio, el sereno abrió la puerta del edificio donde vivía Calvo Sotelo que tuvo que levantarse de la cama y ser convencido de que se trasladara a la jefatura de policía aunque su inmunidad parlamentaria lo eximía de ser detenido. Calvo Sotelo se tranquilizó cuando comprobó que el capitán Condés era guardia civil. El coche arrancó rápidamente y a unos doscientos metros de la casa, Luis Cuenca, un joven socialista gallego que iba sentado cerca del político, le disparó dos tiros en la nuca. El cadáver fue identificado al día siguiente. Poco después todos los ocupantes del coche fueron detenidos. La clase media española quedó estupefacta ante este asesinato del líder de la oposición parlamentaria realizado por miembros de la policía regular.

Entretanto Mola dio por fin una fecha definitiva para el alzamiento. Empezaría en Marruecos el 18 de julio a las cinco de la mañana. Las guarniciones de España seguirían el 19 de julio. Mola en el norte, Goded desde el nordeste y Franco desde el sur, realizarían una marcha sobre la capital. Sanjurjo acudiría en avión desde Portugal para asumir el mando en Burgos. Al día siguiente, 14 de julio, hubo dos entierros en el cementerio del Este de Madrid. En primer lugar el del teniente Castillo, cuyo ataúd, envuelto en la bandera roja, fue saludado con el puño en alto por una multitud de socialistas, comunistas y guardias de asalto. Unas horas más tarde, el cuerpo de Calvo Sotelo, descendía a otra tumba rodeado por una enorme muchedumbre que saludaba con el brazo en alto al estilo fascista. Estos dos entierros fueron las últimas reuniones políticas que tuvieron lugar en España antes de la guerra civil.

El 16 de julio en Madrid, el día transcurrió con calma. En las Canarias, el capitán inglés del Dragon Rapide consiguió disimular ante las autoridades de Las Palmas el motivo por el cual había aterrizado en el aeropuerto sin documentación. La muerte accidental del general Balmes, gobernador militar de Las Palmas, dio una excusa a Franco para trasladarse a Las Palmas. En la noche del 16 al 17 de julio el general subía a un barco que hacía el servicio entre las islas. Era la primera etapa de un viaje que le llevaría al supremo poder en España. Al amanecer del 19 de julio llegaría, a bordo del Dragon Rapide al Marruecos español.

El Alzamiento empezó en Melilla. La mañana del 17 de julio los oficiales de la guarnición comprometidos en la conspiración celebraron una reunión en el cuartel general. El coronel Seguí, jefe de la Falange y del alzamiento en el Marruecos oriental, comunicó a los compañeros la hora exacta, las cinco de la mañana siguiente. Sin embargo uno de los dirigentes locales de la Falange los traicionó. El teniente Zaro rodeó el edificio donde se encontraban los conspiradores pero éstos llamaron a una unidad cercana de la Legión y ante su presencia se rindió. Los oficiales revolucionarios declararon el estado de guerra, ocuparon todos los edificios públicos de Melilla y cerraron la casa del pueblo y los centros izquierdistas deteniendo a los grupos republicanos o de izquierdas. Todos los detenidos que se habían resistido a la rebelión fueron fusilados.



El alzamiento en Melilla había comenzado antes de lo previsto pero pronto se extendió a Tetuán donde al caer la noche, la casa del alto comisario y el aeropuerto eran los únicos puntos que no habían caído en manos de los rebeldes. En Ceuta a las once de la noche, el general Juan Yagüe, con la segunda bandera de la legión se apoderó de la ciudad más fácilmente, sin disparar un solo tiro. En Larache, la única ciudad importante que quedaba en el Marruecos español, en la costa atlántica, el alzamiento se produjo a las dos de la madrugada del 18 de julio. Al amanecer la ciudad estaba en manos de los rebeldes.

    

Evolución política republicana

Durante los primeros meses de la guerra, el gobierno de la República se vio desbordado por los partidos obreros y los sindicatos. Más tarde, cuando recobró la plenitud de su poder, tuvo que enfrentarse a una serie de graves conflictos políticos: ¿Giral o Largo Caballero?, ¿Largo Caballero o Prieto?, ¿Prieto o Negrín? Todos ellos tenían como telón de fondo una realidad, la creciente importancia del Partido Comunista, garante de la ayuda aportada por la Unión Soviética.

A principios de septiembre de 1936 parecía que nada podía salvar a la República, había perdido gran parte de Andalucía y casi toda Extremadura a manos de los nacionales. Los restos del ejército regular, la guardia civil y la de asalto que seguían a su lado parecían desmoralizados. Y no sólo tenían problemas en la línea de fuego. El ministerio de Guerra todavía no tenía un verdadero Estado Mayor central. Las fuerzas catalanas y anarquistas que combatían en Aragón seguían sin tener ninguna relación con el gobierno de Madrid. Una profunda desconfianza impedía todo entendimiento entre comunistas y anarquistas. Además, el hecho de que los gobiernos británico y francés defendieran la no intervención era desmoralizador, no porque la República tuviera escasez de armas sino porque producía la impresión de que la República estaba aislada. En la capital este sombrío panorama impulsaba a la gente a apoyar a Largo Caballero que hablaba de la necesidad de un gobierno fuerte. Él y sus seguidores ambicionaban un auténtico gobierno proletario. Pero también tenía rivales entre ellos Indalecio Prieto que se había opuesto a la idea de que Largo Caballero se hiciera con el gobierno porque creía posible influir en Inglaterra y Francia para que ayudaran a la República si mantenía un gobierno de clase media.



Sin embargo diversos acontecimientos echaron por tierra las aspiraciones de Prieto de atraerse el apoyo de las potencias democráticas. El principal tuvo lugar en la cárcel Modelo de Madrid el 23 de agosto de 1936. Dicha cárcel albergó durante los primeros meses de la guerra civil a más de 3.000 prisioneros políticos considerados enemigos del Frente Popular. El 22 de agosto se produjo un incendio en uno de los pabellones del edificio siendo difícil precisar si fue espontáneo o provocado, según diversas versiones, por los presos políticos allí recluidos o por delincuentes comunes estimulados por milicianos de la CNT. Sea como fuere lo cierto es que el incidente se convirtió en pretexto para que el referido día 23 un grupo de milicianos se congregara ante el edificio y al tiempo que se conocían las noticias de la matanza de Badajoz decidieran tomarse la justicia por su mano. Con el pretexto de de que se urdía una evasión procedieron a sacar a 40 presos políticos de sus celdas y a fusilarlos sin más en el patio y un día después a treinta más ante la impotencia de las fuerzas de orden público y los funcionarios de prisiones que huyeron. Entre los presos asesinados se contaban los ex ministros Rico Avello, Álvarez Valdés y Martínez de Velasco, Melquíades Álvarez, jefe del Partido Republicano Liberal Demócrata, el doctor Albiñana jefe del Partido Nacionalista, así como los falangistas Fernando Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda.

Después de estos sucesos los dirigentes políticos republicanos estaban desolados, el jefe de gobierno Giral lloró y el presidente de la República Manuel Azaña deseó haber muerto también él. Para evitar nuevas matanzas arbitrarias el Ministerio de Justicia creó los tribunales populares destinados a cubrir el vacío del poder judicial. Los tribunales populares se componían de catorce delegados del Frente Popular y de la CNT. Sin embargo aunque las personas podían tener alguna forma de defenderse los falangistas eran casi siempre encontrados culpables y ejecutados y lo mismo ocurría con antiguos miembros o seguidores de la CEDA.

El 4 de septiembre, Azaña se resignó a lo inevitable, aceptó la dimisión de Giral como jefe de gobierno y pidió a Largo Caballero que formara gobierno. Largo Caballero se negó a aceptar el cargo a menos que el Partido Comunista entrara en el gobierno. También invitó a los anarquistas aunque estos se negaron. No estaban dispuestos a abandonar su desprecio teórico hacia el poder gubernamental. Los comunistas en cambio si aceptaron por consiguiente, Jesús Hernández, director de "Mundo Obrero" pasó a ser ministro de Educación y Vicente Uribe de Agricultura. Había seis socialistas en el gobierno, incluidos Prieto como ministro de Marina y del Aire y Alvarez del Vayo como ministro de Estado. El ministerio de la Gobernación fue para el incompetente Angel Galarza y el de Hacienda para un socialista prietista, Juan Negrín. Completaban el gabinete republicano dos miembros de Izquierda Republicana, incluido Giral como ministro sin cartera, uno de Unión Republicana y uno de Esquerra.
Este "gobierno de la victoria", como lo llamaron, fue el primer gobierno occidental en el que participaron comunistas. Su propósito era crear un gobierno fuerte dentro del marco de la legalidad republicana. A partir de entonces Largo Caballero hablaría mucho menos de la necesidad de la revolución y sí de movilización de todas las clases, incluida la burguesía, contra el enemigo. No cabía duda de que se estaba gestando una nueva autoridad estatal por lo que el 27 de septiembre los anarquistas aceptaron formalmente ingresar en el gobierno de la Generalitat catalana. Los anarquistas hablaban de "consejo de defensa regional" para que sus seguidores, que ya se sentían alarmados, no sacaran la impresión de que formaban parte de un auténtico gobierno. Pero de hecho significaba su fracaso en la tarea de sustituir al gobierno. Irónicamente, la entrada de los anarquistas en una posición de poder político supuso el principio del fin del anarquismo en España como fuerza política. También el POUM entró en el gobierno de la Generalitat representado por Andreu Nin y el PSUC con Joan Comorera. El Comité de Milicias Antifascistas, que actuó de fuerza motriz en las primeras semanas de la guerra fue disuelto el día 1 de octubre. Pero si las relaciones entre anarquistas, comunistas y nacionalistas catalanes por no hablar del POUM, eran malas, apenas sí existían contactos entre Barcelona y Madrid. La presencia del líder anarquista Durruti y otras columnas en el frente de Aragón hizo posible el establecimiento de una sociedad puramente libertaria. Ello resultaba inquietante para el gobierno central, el gobierno catalán, los comunistas y todos los sectores ajenos a la CNT o la FAI. Las colectividades anarquistas establecidas en Aragón crearon un "consejo de defensa" regional, compuesto por miembros de la CNT y presidido por Joaquín Ascaso. Tenía su sede en Fraga y desde allí ejercía el supremo poder sobre el Aragón revolucionario.

Aquel otoño tuvo otras repercusiones políticas en el bando republicano como fue la reunión de las Cortes Españolas para aprobar el estatuto de autonomía vasco. José Antonio Aguirre abogó por que la nueva República Vasca (Euzkadi), de la que fue nombrado presidente, apoyara al gobierno de Madrid hasta derrotar al fascismo. Se formó un gobierno bajo el célebre árbol de Guernika. Formaban parte del gabinete cinco nacionalistas vascos así como tres socialistas, un comunista y un miembro de cada uno de los partidos republicanos. Este gobierno vasco sólo se pudo formar después de unas laboriosas negociaciones durante las cuales José Antonio Aguirre tuvo que convencer a Largo Caballero de que era una concesión necesaria para lograr que los vascos entraran en la guerra.



Entretanto el fragor de la batalla por Madrid estaba en su máximo apogeo y la proximidad entre Madrid y el frente de combate trajo consigo la confraternización de socialistas y anarquistas en Cataluña. El 22 de octubre zanjaron sus disputas en una declaración de objetivos comunes. Este decreto venía a ser la culminación del tema de las colectivizaciones. Más que dar libertad de acción a los anarquistas, los objetivos del decreto eran unificar y controlar el proceso de la producción. Pero la coordinación lograda en la práctica fue muy vaga. Tres meses después del estallido de la guerra en el bando republicano se introducían innovaciones tales en las que no podía evitarse la división y el derroche de recursos. La República y la Revolución eran empresas distintas. A principios de noviembre se creía que la capital estaba pérdida para la República y con ella la guerra. Las calles de la capital estaban llenas de refugiados y en estos momentos de crisis se reformó el gobierno para dar entrada en él a los anarquistas igual que había pasado en la Generalitat catalana hacía un mes. El destacado organizador anarcosindicalista Juan García Oliver pasó a ser ministro de Justicia, Juan Peiró, el treintista que en julio se había pronunciado contra el terror del principio de la guerra, fue nombrado ministro de Industria, Federica Montseny, una intelectual de Barcelona, en ministra de Sanidad y Juan López Sánchez se convirtió en ministro de Comercio. Los restantes ministerios permanecieron igual que antes. Azaña se opuso a la entrada de los anarquistas pero le fue imposible evitarlo. Al mismo tiempo que los anarquistas entraban a formar parte del gobierno, el Consejo de Aragón, anarcosindicalista, se trasladó a Caspe. En un futuro inmediato el Aragón republicano seguiría siendo anarquista pero ya se habían sembrado las simientes de su destrucción.

En el invierno de 1936-1937 aunque se había detenido la ofensiva nacionalista sobre Madrid, la República sólo parecía un estado unido en las páginas de la prensa extranjera. La división era la característica de todos los partidos e instituciones. Los comunistas, que habían adquirido un gran prestigio como artífices del fracaso franquista en tomar Madrid eran el nuevo partido de ley y orden. Su actitud política basada en el sentido común y el prestigio de las armas rusas lo convertían en el partido ideal. Muchos oficiales del ejército, que antes habían sido neutrales, se adhirieron al Partido Comunista o quedaron sometidos a su influencia. La debilidad del Partido Socialista contribuyó también al éxito de los comunistas. Mientras tanto los anarcosindicalistas estaban también divididos. Muchos censuraban la entrada de los cuatro dirigentes en el gobierno. Los socialistas y comunistas catalanes ya casi no se distinguían dentro del PSUC. El número de comunistas había ascendido a 250.000 a finales de 1936. Su defensa de la propiedad individual de los campesinos y su oposición a la revolución les hicieron ganar terreno en todas partes. En junio la cifra aumentaría hasta casi 400.000. Frente a este enorme aumento de los efectivos comunistas ahora el Partido Socialista sólo tenía 160.000 afiliados. El Partido Comunista utilizó su poder para entrar a fondo en la administración republicana y hacer que los tentáculos de la NKVD, la policía secreta soviética, controlara todos los ámbitos políticos preparando el camino para una matanza de miembros del POUM y otros marxistas antiestalinistas como ya había sucedido en Rusia. Merece la pena examinar los motivos de los comunistas porque el POUM no era trotskista desde que Nin había roto con Trotsky al entrar en el gobierno catalán. Lo que molestaba a los comunistas era que el POUM constituía un grupo serio de marxistas españoles revolucionarios bien dirigidos e independientes de Moscú.



El primer paso de la purga española fue la campaña del PSUC para lograr que el POUM saliera de la Generalitat basada en la tesis de que el gobierno tenía que estar formado por sindicatos, no por partidos. Nin dimitió el 16 de diciembre y el gobierno catalán fue reconstruido. La CNT obtuvo cuatro puestos, la UGT tres, la Esquerra otro tres y los rabassaires uno. La poderosa figura de Comorera, secretario general del PSUC pasó, de hecho, a dominar cada vez más este gobierno.

Evolución política franquista

En la zona controlada por los nacionales, además de atender a las necesidades de la guerra, fue necesario estructurar un Estado, pues no se había previsto que el Alzamiento se convirtiera en una guerra civil de casi tres años de duración. Así surgió el Estado franquista cuyos polos fueron el Ejército y el partido único (Falange Española Tradicionalista y de las JONS) que tuvo en el mando de Francisco Franco el impulso decisivo.

Tras el fracaso de julio y la configuración de los frentes en agosto, fue en el mes de septiembre cuando los rebeldes empezaron a infundir a su movimiento un sentido heroico, que era el único que podía justificar el esfuerzo bélico. El 15 de agosto se había sustituido oficialmente la bandera republicana por la monárquica. Este acto, de tanta trascendencia para los carlistas constituyó la única concesión hecha a la monarquía española durante la guerra. Pronto se hizo necesario el otorgar una cabeza visible al movimiento pues este había quedado sin jefe tras la muerte del general Sanjurjo cuando se disponía a tomar el mando en julio. Durante el mes de agosto, la posición de Franco se reforzó considerablemente. En parte se debía a los éxitos logrados por el ejército de Africa frente a las campañas menos espectaculares que atribulaban a Mola. También por las relaciones que Franco había establecido con Alemania el Italia.



La Falange constituía la base política del régimen pero aún no se había recuperado de los duros reveses del mes de julio. Sus partidarios se había visto arrastrados a una sublevación con la que muchos de sus dirigentes no simpatizaban. La mayor parte había quedado en zona republicana y muchos había muerto. Una nueva legión de hombres exhibían ahora la camisa azul pero no sabía nada del ideario político de José Antonio. Tampoco faltaban en la Falange antiguos afiliados al Partido Radical y a la CEDA y muchas personas sin definir políticamente. El día 2 de septiembre se celebró una reunión del consejo nacional de la Falange Española en Valladolid. En dicha reunión se formó una junta de mando "provisional" de siete hombre presidida por Manuel Hedilla, jefe provincial de Santander.

Entre los que competían por alcanzar la autoridad o el poder se contaba el ex rey Alfonso XIII que se encontraba en Europa central y vacilaba en prestar apoyo abiertamente. Pero nadie le pidió que regresara. Su hijo don Juan trató de entrar en España e incorporarse a la guerra. Pero el general Mola le hizo volver a la frontera alegando que no debía arriesgar su vida. En la nueva España la instauración monárquica se perfilaba tan difícil como la democracia.

El día 21 de septiembre en un campo de aviación cerca de Salamanca los generales Orgaz y Kindelán expusieron su proyecto de crear un mando único. Kindelán propuso a Franco como "generalísimo", general en jefe del mando unificado. Así se aprobó, con la abstención del general Cabanellas. Cabanellas hubiera preferido la junta de tres generales para conjurar la amenaza de una dictadura. Aún reconociendo las cualidades militares de Franco, recelaba que una vez instalado en el poder ya no lo abandonaría. Franco, el general victorioso en el sur constituía la esperanza de la clase media y de todas las derechas. Calvo Sotelo, Sanjurjo, José Antonio y Goded o habían muerto o estaban ya fuera de juego. Solo Franco había permanecido políticamente neutral en el pasado. Mola no sentía ninguna simpatía por la Falange y sus ideas. Queipo de Llano parecía el típico líder de masas andaluz a quien se menospreciaba por su pasado republicano. Evidentemente, Franco era el candidato más destacado y la victoria alcanzada al liberar el Alcázar de Toledo bastó para decidir a los que aún vacilaban. El 28 de septiembre se repitió la reunión del día 21 en el campo de aviación. Kindelán leyó ante la asamblea de generales el decreto que estipulaba que las fuerzas armadas quedaría subordinadas a las órdenes del generalísimo, que también ejercería las funciones de Jefe de Estado "mientras durase la guerra". Aunque los generales reaccionaron con frialdad ante la propuesta el borrador del decreto fue finalmente aceptado.



El 1 de octubre Franco se instaló en Burgos. Pronunció su primera alocución pública desde el balcón del Ayuntamiento de Burgos y se refirió al futuro de España. Las urnas quedaría eliminadas en favor de otros medios más idóneos para expresar la voluntad popular, se protegería el trabajo frente al dominio del capital, la Iglesia sería respetada, los impuestos revisados y se fomentaría la independencia del campesinado. La muchedumbre que llenaba la plaza replicó con gritos de "¡Franco, Franco, Franco!". Franco recibió el nombre de "caudillo". El día 2 de octubre, en Burgos, se formó una junta provisional que se encargaría de la administración de la España nacionalista, encabezada por el general Dávila. El día 6 de octubre Franco ofreció una recepción al conde Du Moulin, consejero alemán en Lisboa, que le transmitió las felicitaciones de parte de Hitler por su exaltación a la jefatura del Estado. Franco, según informó du Moulin "no permitió que albergáramos la menor duda de su sinceridad con nosotros y se mostró sumamente optimista respecto a la situación militar asegurando la caída de Madrid en fecha próxima". Sobre la organización política futura de España manifestó que la restauración de la monarquía no era cosa que pudiera plantearse de momento y lo esencial era crear "una ideología común a los diversos grupos que colaboran con la liberación" esto es, el Ejército, los carlistas, la Falange, los monárquicos ortodoxos y la CEDA.

En noviembre, mientras se desarrollaba la fase crítica de la batalla de Madrid hubo un acontecimiento en particular cuyas repercusiones se extendieron más allá de las líneas de batalla. Fue el juicio a José Antonio, líder de la Falange que estaba recluido en la cárcel de Alicante desde el 6 de julio. La decisión de juzgarlo estuvo inspirada por el miedo a que, si la República era derrotada, uno de sus mayores enemigos pudiera escapar sano y salvo. El juicio se desarrolló correctamente ante un magistrado y él pudo defenderse a sí mismo. A pesar de su dignidad y elocuencia durante todo el juicio, el fundador de la Falange fue condenado a muerte. Según Largo Caballero la sentencia de muerte llegó al gobierno para ser confirmada el 20 de noviembre pero cuando se estaba debatiendo el asunto llegó la noticia de la ejecución. Los jefes locales de Alicante habían temido que fuera conmutada la sentencia. Al parecer todos los ministros habían votado a favor de la conmutación de la pena. En realidad, a la larga, la ejecución de José Antonio fue una suerte para Franco, ya que, aparte de él, era la única figura de auténtico prestigio de la derecha española que quedaba después de julio. José Antonio fue fusilado el 20 de noviembre en el patio de la cárcel de Alicante, junto a otros dos falangistas y dos carlistas. Los falangistas se referirían a él llamándole "el ausente".

El filósofo vasco Miguel de Unamuno siguió un camino diferente. Como rector de la Universidad de Salamanca, al empezar la guerra civil se había encontrado en zona nacionalista. La República le había desilusionado y dio dinero para el alzamiento. Pero en octubre había cambiado de opinión. Veía a la España nacionalista como "militarización africanista pagano-imperialista". El 12 de octubre en el que se conmemoraba la "Fiesta de la Raza" se celebró una ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Unamuno, que presidía el acto no pudo evitar enfrentarse con el general Millán Astray, fundador de la legión extranjera, al que identificó como un inválido de guerra que encontraba un terrible alivio viendo como se multiplicaban los inválidos a su alrededor. A partir de entonces el rector no salió casi nunca de su casa y tuvo que disponer de una guardia armada para garantizar su seguridad. La junta de la Universidad "pidió" y obtuvo su dimisión del cargo de rector. Murió el último día de 1936.

En el invierno de 1936 Salamanca era el centro de poder en la España nacional. Era el nervio central de la rebelión nacional, mucho más que Valencia lo era de la España republicana. La centralización del mando nacional y la concentración del poder en manos de Franco eran cada vez más evidentes en contraste con las divisiones existentes en la zona republicana. Ahora, Franco no tenía ningún rival entre los generales, y ni los falangistas ni los carlistas podían desafiarle y menos aún los antiguos partidos políticos. Los falangistas estaban intentando situarse políticamente. De 75.000 miembros que eran en julio, a finales de año eran casi un millón de miembros. Habían surgido nuevos periódicos falangistas en todas partes. Hedilla, el nuevo, aunque provisional jefe nacional, intentaba por todos los medios convertir aquel movimiento en un auténtico partido pero las exigencias de la guerra impedían que tuviera éxito en su empresa. La Falange tuvo en realidad más problemas en su propio seno que con Franco.

Mientras tanto la institución falangista más notable era el Auxilio de Invierno, fundada en Valladolid por Mercedes Sanz Bachiller, la viuda de Onésimo Redondo. Empezó en octubre y al cabo de unos meses se había extendido por toda la España nacional. Como su nombre se parecía al de una organización nazi similar que había en Alemania, pasó a llamarse Auxilio Social. Estos centros sociales posibilitaron el surgimiento de otras instituciones como la de las Cocinas de Hermandad, organizaciones para confeccionar ropa y casas de maternidad. Las "Margaritas", la organización de las mujeres carlistas, también hicieron mucha labor social.